La teoría psicoanalítica de Sigmund Freud marcó un antes y un después en la forma de entender la mente humana. Aunque con el tiempo ha recibido críticas y revisiones, sus ideas continúan siendo un pilar dentro de la psicología y el psicoanálisis. Freud propuso que gran parte de nuestra conducta está influenciada por procesos inconscientes que se originan en la infancia, y a partir de allí desarrolló un marco teórico que explica cómo nos formamos como individuos.
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Índice de contenidos
Teoría psicosexual: el desarrollo desde la infancia
Uno de los aspectos centrales de la teoría psicoanalítica de Freud es la teoría psicosexual. Según Freud, el desarrollo de la personalidad se da en distintas etapas ligadas a la búsqueda de placer y a la manera en que el niño se relaciona con el mundo. Estas fases son la oral, anal, fálica, de latencia y genital. Cada una representa un momento crucial donde se establecen bases para la vida adulta.
Si una persona atraviesa alguna de estas etapas con conflictos no resueltos, pueden aparecer fijaciones que se reflejen en su conducta posterior. Por ejemplo, dificultades en la etapa oral podrían generar dependencia o ansiedad en la adultez. Freud señalaba que, durante esta fase, el placer del bebé se centra en la boca a través de la succión, la alimentación y el contacto con la madre. Si este periodo no se resuelve adecuadamente —por privación, exceso de gratificación o conflictos con el cuidado—, la persona puede arrastrar una fijación oral que se ve en su comportamiento adulto.
Una fijación oral puede ser la necesidad constante de aprobación y afecto, fumar, morderse las uñas, comer en exceso o beber alcohol. Además, en el plano emocional, esta dificultad se manifestaría en una dependencia hacia los demás, miedo a la soledad o dificultad para sentirse seguro sin el apoyo externo. En otros casos, la insatisfacción de esta etapa puede derivar en ansiedad crónica, irritabilidad o una sensación constante de vacío.
Freud creía que estas conductas no eran simples costumbres, sino huellas inconscientes de necesidades no resueltas en los primeros años de vida. De esta manera, Freud destacó que nuestras primeras experiencias son determinantes para lo que seremos más adelante.
Complejo de Edipo: la relación con los padres
Dentro de la etapa fálica surge uno de los conceptos más conocidos: el Complejo de Edipo. Freud planteó que, en esta fase, el niño siente una atracción inconsciente hacia la madre y rivalidad hacia el padre. Aunque pueda sonar provocador, Freud lo interpretaba como un proceso natural que, al resolverse de forma adecuada, permite la identificación con la figura paterna y el desarrollo de la identidad.
El Complejo de Edipo se resuelve de manera natural cuando el niño atraviesa la etapa fálica y empieza a aceptar la autoridad y la presencia del padre sin verlo únicamente como un rival. Según Freud, esta resolución ocurre gracias a la identificación: el niño comienza a reconocer en el padre un modelo a seguir, internaliza sus valores y normas, y transforma ese sentimiento de rivalidad en admiración y aprendizaje. Al mismo tiempo, el deseo inconsciente hacia la madre se va desvaneciendo porque el niño entiende que no puede poseerla en el sentido simbólico que había imaginado
El Complejo de Edipo muestra cómo los vínculos familiares son decisivos en la construcción de la personalidad. Una resolución inadecuada, según Freud, podría influir en problemas emocionales o de relación en la vida adulta.
Complejo de Electra: la versión femenina
Carl Gustav Jung, discípulo de Freud, propuso el término Complejo de Electra para describir un proceso similar en las niñas. En este caso, la atracción se dirige hacia el padre y el conflicto surge con la madre. Este complejo se va diluyendo porque la niña comprende que no puede ocupar el lugar de la madre. En lugar de mantener la rivalidad, se identifica con ella, asimilando sus roles, valores y comportamientos. Esta identificación le permite fortalecer su identidad femenina y avanzar hacia una relación más equilibrada con ambos progenitores.
Aunque Freud no adoptó del todo este concepto, con el tiempo se integró al psicoanálisis como una manera de explicar la dinámica de género en el desarrollo infantil.
El Yo, el Superyó y el Ello: las tres instancias psíquicas
Otro de los grandes aportes de Freud fue su modelo estructural de la mente, compuesto por el Yo, el Superyó y el Ello. El Ello representa los impulsos primitivos, como el deseo y la necesidad de satisfacción inmediata. El Superyó actúa como la conciencia moral, imponiendo normas y valores adquiridos de la sociedad y la familia. En medio de ambos se encuentra el Yo, que busca un equilibrio entre los deseos del Ello, las exigencias del Superyó y la realidad externa.
Este modelo explica cómo nos debatimos constantemente entre lo que queremos hacer, lo que debemos hacer y lo que realmente podemos hacer. Freud consideraba que este conflicto interno es la base de muchas tensiones psicológicas y la razón por la cual el inconsciente tiene tanta influencia en nuestra vida cotidiana.
La vigencia de Freud en la actualidad
Aunque han pasado más de cien años desde que Freud desarrolló sus teorías, la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud sigue siendo estudiada y debatida. Sus conceptos sobre la teoría psicosexual, el Complejo de Edipo, el Complejo de Electra y la dinámica entre el Yo, el Superyó y el Ello continúan inspirando a psicólogos, terapeutas y profesionales de la salud mental.
Freud nos mostró que no siempre somos conscientes de las fuerzas que guían nuestras decisiones y emociones. Comprender su teoría no solo ayuda a valorar su aporte histórico, sino también a reflexionar sobre cómo la infancia, la familia y los conflictos internos moldean quiénes somos.
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